
En el comunicado oficial, finalmente difundido cuando la noche ya iba avanzada, el jefe del gobierno ratificaba que no se había registrado ninguna defunción en todo el país desde el inicio del nuevo año, pedía comedimiento y sentido de la responsabilidad en los análisis e interpretaciones que del extraño suceso pudieran ser elaborados, recordaba que no se debería excluir la posibilidad de que se tratara de una casualidad fortuita, de una alteración cósmica meramente accidental y sin continuidad, de una conjunción excepcional de coincidencias intrusas en la ecuación espaciotiempo, pero que, por si acaso, ya se habían iniciado contactos exploratorios ante los organismos internacionales competentes para habilitar al gobierno en una acción tanto más eficaz cuanto más concertada pudiera ser.

Marcus Usherwood
Enunciadas estas vaguedades pseudocientíficas, destinadas también a tranquilizar, por lo incomprensibles, el desbarajuste que reinaba en el país, el primer ministro concluía afirmando que el gobierno se encontraba preparado para todas las eventualidades humanamente imaginables, decidido a encarar con valentía y con el indispensable apoyo de la ciudadanía los complejos problemas sociales, económicos, políticos y morales que la extinción definitiva de la muerte inevitablemente suscitaría, en el caso, más que previsible, de que llegara a confirmarse. Aceptaremos el reto de la inmortalidad del cuerpo, exclamó con tono arrebatado, si es ésa la voluntad de Dios, a quien agradeceremos por siempre jamás, con nuestras oraciones, que haya escogido al buen pueblo de este país como su instrumento. Significa esto, pensó el jefe del gobierno al terminar la lectura, que estamos con la soga al cuello. No se podía imaginar hasta qué punto la soga iba a apretarle.
Todavía no había pasado media hora cuando, en el coche oficial que lo conducía a casa, recibió una llamada del cardenal.

Buenas noches, señor primer ministro. Buenas noches, eminencia. Le telefoneo para decirle que me siento profundamente consternado. También yo, eminencia, la situación es muy grave, la más grave de cuantas el país ha vivido hasta hoy. No se trata de eso. De qué se trata entonces, eminencia. Es deplorable desde todos los puntos de vista que, al redactar la declaración que acabo de escuchar, usted no tuviera en cuenta aquello que constituye los cimientos, la viga maestra, la piedra angular, la llave de la bóveda de nuestra santa religión. Eminencia, perdone, recelo no comprender adónde quiere llegar. Sin muerte, óigame bien, señor primer ministro, sin muerte no hay resurrección, y sin resurrección no hay Iglesia, Demonios.

No he entendido lo que ha dicho, repítalo, por favor, estaba callado, eminencia, probablemente habrá sido alguna interferencia causada por la electricidad atmosférica, por la estática, o un problema de cobertura, el satélite a veces falla, decía usted que.

Decía lo que cualquier católico, y usted no es excepción, tiene obligación de saber, que sin resurrección no hay Iglesia, además, cómo se le metió en la cabeza que Dios podría querer su propio fin, afirmarlo es una idea absolutamente sacrílega, tal vez la peor de las blasfemias. Eminencia, no he dicho que Dios quiera su propio fin. No con esas exactas palabras, pero admitió la posibilidad de que la inmortalidad del cuerpo resultara de la voluntad de Dios, no es necesario estar doctorado en lógica trascendental para darse cuenta de que quien dice una cosa dice la otra. Eminencia, por favor, créame, fue una simple frase de efecto destinada a impresionar, un remate del discurso, nada más, bien sabe que la política tiene estas necesidades.

Marcus Usherwood
También la Iglesia las tiene, señor primer ministro, pero nosotros meditamos mucho antes de abrir la boca, no hablamos por hablar, calculamos los efectos a distancia, nuestra especialidad, si quiere que le dé una imagen que se comprenda mejor, es la balística. Estoy desolado, eminencia. En su lugar yo también lo estaría.
De Las intermitencias de la muerte. José Saramago
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11 comentarios:
Nos hará meditar siempre, Saramago tenía y tendrá ese poder, el de la lucidez plasmada en el papel.
Besos
Acabo de enterarme. Ha sido una sorpresa no muy bonita, en los últimos meses he perdido a dos personas en mi familia. Y a Saramago a pesar de no ser cercano, tuve la oportunidad de convivir unas horas cada vez que venía a Guadalajara por la FIL, la última vez hace cuatro años, que mirada Elena...tan sabia y placida.
Me dolió el recuerdo, un Señor, un caballero lleno de vida y bondad. Como Escritor de los mejores.
Un abrazo linda.
Bien escogidos esos párrafos. Hemos perdido a un gran hombre y escritor. Siempre coherente con sus ideas. Descanse en paz. Besotes, M.
Requiescat in pace José Saramago.
Como dejó escrito Publius Ouidius Naso, al final de Las Metamorfosis (XV, 871-9):
Iamque opus exegi, quod nec Iouis ira nec ignis
nec poterit ferrum nec edax abolere uetustas.
…
Parte tamen meliore mei super alta perennis
astra ferar, nomenque erit indelebile nostrum.
…
Ore legar populi, perque omnia saecula fama,
siquid habent ueri uatum praesagia, vivam.
Y ya he terminado una obra que no podrá aniquilar ni la cólera de Júpiter, ni el fuego, ni el hierro, ni el tiempo devorador.
…
Pero, en la mejor parte de mí, yo viajaré inmortal por encima de los astros de las alturas, y mi nombre será indestructible.
…
Seré leído por la voz del pueblo, y, gracias a la fama, si algo de verdadero tienen los presntimientos de los poetas, viviré por todos los siglos.
Antonio Martín Ortiz
Recuerdo cuando leí ese libro de Saramago, me sirvió de punto de vista sobre la crucialidad de que haya finitud en nuestras vidas.
Estoy seguro de que el ejemplo que nos contrae no desagradaría a este excelente autor.
Excelente homenaje.
Saludos.
Solos, pero con sus palabras.
HOLA, BONITA. ESTOY MIRANDO TU BLOG. TE INVITO A Q' ME VISITES EN "VERSOS NEGROS" SÉ Q' TE VA A GUSTAR. SIGO MIRANDO Y TE CUENTO. BESO.
Honores a Saramago, el hombre rebelde, el inspirador de los hombres que anhelamos un mundo y un hombre nuevos; el hombre que se agigantó hasta saborear las mieles de la fama sin que ésta le afectara para nada su hermosa calidad humana. Saramago el gigante.
¡Paz en la tumba de un imprescindible!
Saramago tenía esas cosas, que reflexionaba sobre cosas que vivimos y no nos damos cuenta, no reparamos en ella. Su lucidez le hacía crear parábolas o mundos imaginarios donde se alteraban el orden las cosas: qué ocurriría se la gente no muriese (las intermitencias de la muerte), que ocurriría si de repente nos quedasemos ciegos (Ensayo sobre la ceguera), que ocurriría si la Península Ibérica fuese una isla y navegase en el Atlántico (La balsa de piedra)...
Buen homenaje el que dedicas al maestro Saramago, hombre justo, comprometido y solidario donde los haya; hombre que decía que no temía a la muerte, pues es absurdo, ya que la muerte siempre gana.
Quisiera aprovechar para despedirme por un tiempo; ya estamos de vacaciones y desconecto totalmente del mundo bloguero hasta septiembre. Que tengas muy buen verano, Elena. Un abrazo.
Un abrazo hermosa, solo paso a dejarte mi ventana abierta, me he mudado.
http;//venttana-azul.blogspot.com
hasta el reeencuentro abrazos y biko.
Saramago, eterno Saramago. Solo un libro ha creado en mi lucidez!! Después de leer a ciegas, tengo ganas de seguir con el mono y lanzarme a leer otro de sus libros!! Tomo recorte de este título. Un abrazo.
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